lunes, noviembre 12, 2012

660. Cuña publicitaria




Las tradiciones están ahí. La idea es respetarlas y celebrarlas. Navidad, comidas familiares y con amigos; Nochevieja, las uvas... Eventos y costumbres sociales instauradas desde largo tiempo. 

Luego hay otras que, mal que me pesen, se importan con ansias de quedarse. Ahí está el anglosajón Halloween, que va comiéndole terreno al Día de Todos los Santos.

Y por último, están las tradiciones que tú te quieras inventar. Como lo de comer con la familia el sábado y con la familia política el domingo. 

En mi caso, desde mayo, y por culpa de la boda de un primo, el resto hemos ido celebrando todas las buenas noticias y los buenos momentos con una botella (o dos, o tres, o cuatro...) de Marina Espumante, algo así como la Fanta naranja de los vinos, según Mi Santo. El buenrollismo de ese día (hacía mucho tiempo que no estábamos todos los primos juntos y diría que fue la primera vez que nos tiramos tantas horas de fiesta non-stop) ha sido conservado en una botella hortera de brilli-brilli plateado, y con un mensaje en el tapón, como si fuese una versión alcoholizada de las galletas de la suerte.



De tal forma que, el mero de estar en una reunión y ponerla en la mesa implica que hay algo que festejar. Un compromiso matrimonial (no el nuestro), una reunión con unos amigos, reencuentro familiar...

Todo este rollazo es para deciros que este viernes pasado nos pimplamos, en dos sesiones distintas (ala, como en el teatro) unas cuantas raciones de buenrollismo para celebrar que Mi Santo empieza una nueva etapa en el trabajo. Anoche se fue a Madrid, y hoy es el primer día de una carrera, espero, que fulgurante, y un paso más hacia un futuro, algo que, en estos días inciertos, no pueden decir muchos.


[Canción recomendada: The Presets "Fall"]