viernes, agosto 19, 2011

627. Comeback (y II)




“Los enamorados, 
ya se sabe, 
amparan y fomentan las inexactitudes mutuas, 
son cómplices de ese malentendido perpetuo 
que segrega la confesión del amor. 
Se refugian en el fluir de un diálogo 
nunca manchado por la realidad, 
pero luego,
al llevar adelante cada uno el discurso por su cuenta 
descubrir las propias carencias, 
la mentira levantada entre ambos se hace mayor, 
más perniciosos 
los garfios 
con que atrapa. 
Pero nos gusta olvidar esas cosas.”

“Nubosidad variable”

Carmen Martín Gaite

Hace años, hace MUCHOS AÑOS, casi diría que la mitad de los que tengo, me enamoré de esta escritora precisamente por este libro. Lo leí a la vez que un amigo, incluso comentábamos por dónde íbamos y qué nos iba pareciendo la historia, que no era otra que el reencuentro de dos amigas de la adolescencia cuando ya están rondando la cincuentena. Una mujer que, se supone, renunció a su vida profesional por (¿)amor(¿), dedicándose a cuidar de su marido y sus hijos; y otra mujer que ha triunfado donde aquella fracasó, y fracasó donde aquella pareció triunfar.

A modo epistolar, te va narrando el caos en el que cada una de ellas está inmersa, y, si no vas con chaleco salvavidas, te terminan enganchando a ti y cayendo en esa misma espiral. No ha sido el caso, pero por poco. A veces me paso de empático y creo que el calor del verano ha hecho algo de mella en mi armadura; total, que ahí me tenéis a mí casi mirándome las canas en el espejo y viendo qué azulejos poner al baño.

Como ellas.
 
Si alguien conoce un poco la vida de la escritora, sabrá que estuvo casada con Lázaro Carreter (cagada por mi parte, solucionada gracias a un lector anónimo) Rafael Sánchez Ferlosio (la Reina de las Nieves y el ¿huevo sin sal?), que tuvieron una hija y que se divorciaron. Que esa hija murió (creo que en un accidente de coche) y que Carmen Martín Gaite cayó en una depresión que le costó años. Fue a raíz de “Caperucita en Manhattan” donde pareció levantar cabeza, pero estoy segurísimo (y más después de ver sus “Cuadernos de todo”)  que fue “Nubosidad variable” su ejercicio de introspección y exorcismo.

Introspección y exorcismo.

Cuando vuelves a abrir las páginas de un libro, a veces te traen recuerdos de cuando lo leíste por primera vez. Te suena algún giro del argumento, un personaje, una acción. Pero cuando además ese libro te trae a la memoria momentos vividos (como una canción, o incluso una película) es cuando las letras se cargan con dedos envenenados.  


Hay gente que se va quedando por el camino, y este amigo hace tiempo que desapareció. No fue una bomba, un estallido, si no el “pffffff” de un globo de helio que se desinfla. Globo que perdió el hielo porque alguien aflojó el nudo.

No me arrepiento de estar donde estoy, ni la elección que tomé (a día de hoy se ha visto demostrado cien mi llones de veces que fue la acertada), pero hasta me divierte, de una manera irónica, ver cómo lo que, con 16 o 18 años veías como algo inamovible, queda igual que un castillo de arena después de que la lluvia de esa “nubosidad variable” se lo lleve por delante.

Pd: La ilustración también es de Miguel Panadero.


[Canción recomendada: Esclarecidos "Qué Pasará Mañana" ]

6 comentarios:

MEG dijo...

Es cierto que la vida se ve de diferente manera conforme pasan los años. Quien nos hubiera dicho cuando nos conocimos que acabaríamos como estamos ahora. Pero, a pesar de la nubosidad variable, hemos aprendido a sobrellevar la vida, a pasar por ella de puntillas a veces y otras como un elefante en una cacharrería.

Lo importante es seguir siendo fiel a lo que uno mismo siente y, los demás, o se amoldan o se quedan en la cuneta, no hay otra.

Yo me enorgullezco, sinceramente y con la mano en el corazón, de que tú y yo y otros dos o tres más, hayamos podido adaptarnos los unos a los otros y estemos aquí, titos putativos de un rubiaken del Ikea terremoto.

Sr_Skyzos dijo...

Me has pillado sensible...

Anónimo dijo...

Un motivo más para leer la reina de las nieves, caperucita en manhattan o nubosidad variable. Aunque aún no he leido ninguna de las tres, a lo que tengo morbo enfermizo es a los cuadernos de todo (por la "genesis creativa del autor" vamos, màs que por las reflexiones por el proceso de escritura) ¿Por qué te refieres a ella por su nombre completo y en cambio hablas del ex-marido por los apellidos? Es Fernando Lázaro Carreter (un defecto de los que aprendimos lengua con su método anaya; tomamos uno de sus apellidos como nombre propio)Sorry por el anonimo; estoy empezando en blogger tampoco sé si voy a seguir...

Sr_Skyzos dijo...

Me "fumé" "La reina de las nieves", "Entre visillos", "Lo raro es vivir" e "Irse de casa", el que aproveché y en una charla en Murcia, le pedí un autógrafo.

Yo también me crié con esos libros de lengua y sí sé que su nombre propio es Fernando, que tengo varios amigos filólogos... Pero tienes razón en el hecho de que no hay lógica que a una la llame con el nombre completo y a otro sólo por los apellidos.

Si usted quiere seguir anónimo, sígalo, si no, firme con un seudónimo. Será bienvenido por aquí las veces que quiera.

Anónimo dijo...

su marido no fue Lázaro Carreter, sino Rafael Sánchez Ferlosio, autor de Alfanhui o El Jarama.

Sr_Skyzos dijo...

Touché. Convencido he estado todos estos tiemmpos de que era Lázaro Carreter.

Gracias por la correción.