En las primeras temporadas de "Friends", Mónica perdía su tarjeta de crédito y descubría por el estracto bancario, que había una chica que estaba gastando el dinero en cosas que ella quería pero no había hecho nunca. Esa chica le contaba, en clase de baile de claqué, que decidió dar un giro a su vida después de ver "El club de los poetas muertos" y darse cuenta que había perdido dos horas de su vida viendo ese bodrio.
Como esa chica me siento yo leyéndome "La sangre de los inocentes" de Julia Navarro.
Y es que, para bien o para mal, la sombra de Ken Follet, Dan Brown o Noah Gordon es alargada.
Alargadísima.
Y cualquier editorial que se precie, quiere su parte de pastel. Su versión propia de "El Código Da Vinci" o "Los Pilares de la Tierra". Así es la única manera de entender novelas del estilo de "La catedral del mar" y la de la sra. Navarro.
La necesidad de crear best-sellers en serie, sean o no merecibles del papel y la tinta en la que se imprimen, es enorme, con independencia del resultado. Siempre y cuando se sepan publicitar (he visto libros que ponían en su portada: De los editores de "El Código Da Vinci") y tengan un mínimo de 500 páginas, el éxito está asegurado.
Incluso Pérez-Reverte (te caiga bien o no, tenía una narrativa bastante aceptable), se perdía en obras de más de 200 hojas; ahí tenemos "Cachito" y lo bien resuelta que está, frente a "La tabla de Flandes" o "El club Dumas" que, si bien entrentenían una barbaridad al lado de estos engendros, los resolvía saliéndose por la tangente.
Que la editorial gestiona con el escritor los libros al peso es más que evidente. No sé si es un bulo o es cierto, pero creo que los usamericanos, avanzados como son ellos, los pagan por palabras. Así que, ¿para qué voy a contar lo mismo en la mitad de espacio si puedo ganar el doble?
Y si encima le metemos una trama rocambolesca, mejor que mejor. Coged tres temas que no tengan nada que ver: Belen Esteban y su operación de nariz, el mercado negro de uranio enriquecido y el misterio de la Atlántida. Batir durante diez minutos y meter en el horno sobre una hora a 220ºC. Y ya está. Tenemos el éxito asegurado: Una trama internacional de contrabando de uranio enriquecido que nos ayudará a descubrir dónde está realmente el continente perdido de la Atlántida... cuyo mapa del tesoro se encuentra dentro de la tocha de Arriba la Esteban, jefa actual de los Iluminatti, en lucha perpetua contra los judeomasones, capitaneados por Jorge Javier Vázquez.
Esa es la sensación que se me está quedando con la lectura de "La sangre de los inocentes". Una primera parte de 80 páginas que sucede en la Edad Media, el exterminio de los cátaros (tema que NUNCA se ha tratado en un libro), donde nos presentan a 10 personajes y que acaba de forma relativamente abrupta. Una segunda parte, sobre el ascenso del nacionalsocialismo y la invasión a Francia, siguiendo el tema de los cátaros y del Santo Grial (otra novedad)... que no vuelve a aparecer en toda la trama del libro, todo sea dicho. Otros 15 o 20 personajes de los que sólo dos o tres serán relevantes en el grueso del libro en la tercera parte... que sucede en la época actual y mete en el mismo saco al terrorismo islámico, el Centro de Inteligencia Europeo, el Vaticano... solo faltaba el sursum cordam. ¿La media de personajes esta vez? De 30 para arriba.
No pierde el hilo narrativo, pero creo que es un poco querer abarcar muchas cosas y apretar muy poco. Tantos temas, tantas épocas, tantííííísimos personajes que se podrían reducir a la mitad y la historia no perdería, al revés ganaría. En esto sus colegas Brown y Follet le ganan por goleada, al hacer unos arquetipos tan bien definidos que son fácilemente reconocibles. Incluso podría jugar la baza de Antonio Gala, que a través de los nombres acota la personalidad de los protagonistas de sus libros.
Lo único que ha conseguido "La sangre de los inocentes" es que cada vez que vea a un árabe piense que es un terrorista que se va a inmolar. Y no me gusta nada. No he tenido muchos prejuicios en cuanto a razas, pero se ve que soy un alma impresionable y me quedo solo con lo peor.
Y a estas alturas y sin haberlo acabado, no quiero un final "Made in Disney" que se quede en tierra de nadie, como "El diamate de Jerusalén" de Noah Gordon. Quiero que El Brazo de Dios salga de entre las nubes con la Espada de Damocles y nos lance los rayos de Zeus y nos parta en dos...
A ver si esta señora va a poder se la única que mezcla conceptos divinos, qué coño.
[Canción recomendada: La Orquesta Mondragón "Viaje con nosotros"]